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OPINIÓN

(COR)RESPONSABILIDAD LEGISLATIVA

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Es tradición mexicana el encumbrar y defenestrar políticos a diestra y siniestra. Desde que somos un país independiente, la vida pública mexicana se convirtió en un turbulento viaje que nos ha traído hasta aquí, 2023 , año previo a las elecciones más grandes que nuestro país haya vivido.  

La historia nacional nos indica que los mexicanos, a pesar de la adversidad, somos un pueblo de soñadores y de idealistas. Prometemos- cumplimos o no-; soñamos- nos decepcionamos o no- pero siempre estamos caminando por el denso mundo de las ideas. Nos cuesta trabajo consolidar y materializar nuestros anhelos y sueños, y por eso los dejamos allá arriba, donde lucen hermosos – como biblia gigante en casa de la abuela- en una vitrina bien cerrada donde nadie – ni uno mismo- podrá extraerlos para hojearlos y hacerlos realidad. 

Héctor Aguilar Camín, en su libro Nocturno de la democracia mexicana”, nos presenta un ensayo realmente shockeante para los que somos operadores del sistema jurídico mexicano. De acuerdo con el autor, nuestras leyes están basadas más en buenas intenciones y bellísimos deseos que en realidades jurídicas que normen el comportamiento de los habitantes de nuestro país. Una afirmación que, para los que en algún momento pudimos colaborar en el Legislativo, resulta ser incomoda pero real. La verdad no peca, pero como incomoda. 

Eso sí, no todo es culpa del legislador, el ciudadano debe ser consciente y buscar involucrarse más en la vida pública del país para buscar plasmar su realidad en los textos normativos como un verdadero factor real de poder.  En ese caso, los legisladores deben comenzar a compartir ese obsequio -temporal y efímero- que se les ha conferido en las urnas; abriendo sus puertas en transparencia a las propuestas de su sector y a las consultas con sus representados. 

Creo yo que no hay mejor forma de legislar – y de opinar- que de manera informada. De alguna manera los ciudadanos y los legisladores deben estar informados de la realidad fáctica y jurídica de nuestro país para poder ser coparticipes y participes de la vida pública de un país. El trabajo y la responsabilidad son un yugo que se soporta mejor cuando se trabaja en equipo y se tiene un rumbo específico. ¿Hoy hacia dónde vamos?

Me gustaría proponer en estas líneas de reflexión un esquema nuevo que estoy estudiando y que busca abrir la puerta de los obscuros y lúgubres edificios donde habitan nuestros legisladores para que se iluminen con la luz ciudadana. Se le llama Parlamento Abierto al mecanismo que busca trasparentar el trabajo legislativo y que – de alguna manera- busca abrir los Congresos y Legislaturas a todos para que se involucren en el quehacer legislativo de su entidad federativa o de su país. A través de foros, mesas de trabajo, conversatorios y consultas, los poderes legislativos locales e inclusive el federal, el ciudadano “recupera” su capacidad política y se vuelve corresponsable y coparticipe en la toma de decisiones democráticas. 

Rompamos ese esquema histórico que Aguilar Camín desmenuza en su libro. No miente, en absoluto; pero podemos virar hacía un esquema legislativo donde las y los ciudadanos mexicanos puedan participar directamente con sus representantes populares, buscando realidades jurídicas y de hecho que deban ser verdaderamente establecidas en los textos constitucionales y legales; y no solamente sueños bonachones que jamás se van a materializar. 

Como decía mi abuelito, de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. 

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