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Internacional

El toque Hidrocálido en misión a Marte

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Hace un par de semanas, el ingeniero mexicano Fernando Mier Hicks vio el fruto de su trabajo abandonar la Tierra en un cohete con destino a Marte.

El rover Perseverance y el pequeño helicóptero experimental Ingenuity, en cuyas pruebas tuvo oportunidad de participar Mier Hicks (Aguascalientes, 1989) como ingeniero en robótica del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL, por sus siglas en inglés) de la NASA, partían exitosamente hacia el Planeta Rojo.

Y aunque el mexicano tenía planes de ir a Florida para presenciar de frente, en el mítico Centro Espacial Kennedy, este nuevo paso en la historia de la exploración marciana, la todavía difícil situación por la pandemia de Covid-19 lo obligó a seguirlo por televisión desde la casa de sus suegros en Minnesota, donde se resguarda con su esposa y sus dos hijos.

Sin embargo, relata en entrevista telefónica, la excitación no fue menor. Sentado al borde de la silla, observando al Atlas V en una clara mañana atentar contra la gravedad terrestre para enfilar hacia una odisea interplanetaria.

«Es una emoción muy bonita ver la culminación de tu trabajo, y que afortunadamente todo haya salido bien», comparte Mier Hicks, ingeniero en mecatrónica egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, y maestro y doctor en ingeniería aeroespacial por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).

«El lanzamiento, de hecho, no es la parte más peligrosa de la misión, es una de las más; pero en febrero, cuando aterricen en Marte, es cuando realmente viene el estrés y los nervios en ese aterrizaje tan peligroso que la nave espacial va a completar. Esperemos que todo salga bien en ese entonces».

Será ahí cuando comience la misión de un rover que ha tomado cerca de una década en ser desarrollado, y a cuyos trabajos Mier Hicks se integró hace tres años, coincidiendo con la etapa en que las piezas pasan del diseño a la fase de ensamblaje y pruebas en el laboratorio.

Una carrera entre todos los sistemas, dice el ingeniero en robótica: «los de las llantas, el de cámaras, los de las computadoras; vaya, todos los sistemas se están armando al mismo tiempo».

«Digamos que el rover está siendo armado como un pequeño rompecabezas, una pieza a la vez. Y cada una de esas piezas, cada uno de esos sistemas, se tiene que probar individualmente para asegurarnos de que funcionen.

«Por ejemplo, para probar el brazo robótico del rover se necesita un simulador o un tipo de sistema electrónico que simule las acciones de la computadora del rover que eventualmente vaya a mover el brazo», expone Mier Hicks.

Justo en ello consistió su participación: en el desarrollo del sistema electrónico de prueba enfocado en la caracterización del brazo robótico principal, los mecanismos usados para recolectar rocas marcianas y el sistema de taladros del vehículo.

«Entonces, mientras la computadora estaba siendo ensamblada por otro equipo, yo lo que tuve que hacer fue desarrollar estos sistemas electrónicos para poder mover varios motores de este sistema de muestra, incluyendo el brazo robótico, para asegurarnos de que esos sistemas estén funcionando bien, y entonces con certeza ya integrarlo al rover.

«Y ya cuando la computadora real del rover lo comande para moverse, pues ya tengamos certeza de que todo eso vaya a pasar correctamente», explica.

Una labor de suma importancia cuando se tiene en cuenta que uno de los objetivos principales del Perseverance es taladrar y recolectar muestras de suelo para que una futura misión pueda traerlas a la Tierra para un estudio más detallado.

Estos trabajos para simular el brazo robótico del Perseverance fueron el primer proyecto en que Mier Hicks participó al salir de la escuela. Prácticamente de un momento a otro, pasó de concluir su formación a idear cómo resolver una serie de retos para un complejo vehículo destinado a explorar el Planeta Rojo.

«Los obstáculos técnicos eran: ¿Cómo diseñamos todos estos sistemas electrónicos que tienen que mover todas las partes del robot: motores, calentadores, sensores de temperatura y de posición? El diseño realmente sólo tomó un año. Y eventualmente tuvimos que entregar 30 de estos sistemas de simulador electrónico; nuestro laboratorio se convirtió en una fábrica.

«(Pero) yo creo que lo más difícil para mí fue el ajustarme tan rápido a un ambiente de trabajo tan intenso, viniendo yo de la Academia», reconoce el ingeniero.

Colgando de un hilo

Donde también colaboró el ingeniero aeroespacial Fernando Mier Hicks, y que terminó por ser una presión aún más grande para él, fue en el diseño y construcción del sistema para simular la gravedad de Marte en la Tierra, utilizado en las pruebas del pequeño helicóptero Ingenuity.

«En Ingenuity el obstáculo que yo tuve que completar era cómo íbamos a probar este helicóptero en la gravedad terrestre, que es mucho más fuerte que la gravedad de Marte; Marte tiene un tercio de la gravedad de la Tierra. Entonces, tenemos que hacer una máquina, un sistema que simule esta gravedad menor, y hacer el helicóptero un poco más liviano en la Tierra.

«Lo que acabamos diseñando es un sistema de motor con, básicamente, un hilo; ese hilo jalaba al helicóptero de la parte superior, y esto creaba una fuerza que lo ayudaba a volar. Pero realmente no lo estaba ayudando, simplemente estaba simulando la realidad de la gravedad en Marte. Entonces el helicóptero, digamos que él pensaba que estaba en la gravedad marciana, y así fue como lo probamos», detalla Mier Hicks.

El mexicano llevaba alrededor de un año en el JPL trabajando en los simuladores electrónicos del brazo del rover cuando le asignaron este otro proyecto. El acelerado tiempo en que él y un compañero debían tenerlo listo representó un obstáculo más.

«Yo tuve que diseñar ese sistema de gravedad en dos meses, o algo así. Y también tenía la presión de que el helicóptero literalmente estaba colgado de mi sistema, de un hilo. Los millones de dólares que costó el helicóptero, si mi sistema no funcionara bien o si el hilo se rompía, pues yo iba a ser el responsable de que esa misión fracasara.

«Cuando hicieron esas pruebas, realmente sí eran muchos nervios; si algo fallaba, si se rompía o si lo jalaba de más y causaba daños, yo iba a ser el responsable porque yo había creado ese sistema. Fue muy bonito ya cuando funcionó, pero definitivamente (sentí) algo de nervios mientras estábamos haciendo esas pruebas», admite el ingeniero.

¿Es cierto que Ingenuity no estaba considerado en la proyección original de la misión, sino que fue agregado casi al último?

Así es, totalmente. El helicóptero se añadió al diseño un poco tarde, relativamente hablando, comparándolo con otras misiones de la NASA. Y sí, efectivamente, fue un desarrollo tecnológico muy, muy rápido, un proceso muy acelerado que eventualmente funcionó y satisfactoriamente lo pudimos montar al robot.

El dónde iba a ir, el cómo iba a estar protegido, todo eso se tuvo que solucionar una vez que el rover ya estaba diseñado. Entonces fue una tarea interesante. No es algo muy común que la NASA añada algo de último momento. Pero todos estamos muy contentos de que realmente el helicóptero salió, y esperemos ya el siguiente año cuando aterrice que vuele satisfactoriamente.

De lograr surcar el delgado y enrarecido aire de Marte, la ultra ligera aeronave –pesa tan solo 1.8 kilos en un cuerpo de 80 cm de altura por 1.2 metros de diámetro– sentaría un precedente en la exploración interplanetaria, abriendo la posibilidad de abarcar mucho más terreno del que los actuales laboratorios ambulantes, como el rover Curiosity, han recorrido.

«Estamos en un momento único; va a ser ésta la primera nave que vuele en otro planeta. En unos cuantos años más va haber otra, un dron, básicamente, que se lanza a una luna de Saturno, a Titán. Pero eso será como en 10 años. Ésta (Ingenuity), definitivamente, si es que llega a funcionar satisfactoriamente –que esperemos que sí–, realmente tendría el récord de ser la primera nave voladora en otro planeta», adelanta el ingeniero.

Un punto de inflexión a partir de los modestos vuelos de unos cuantos metros y apenas 90 segundos de Ingenuity, tras varios días de carga de energía con sus paneles solares, apunta Mier Hicks.

La tierra unida como un equipo

Después del lanzamiento de Perseverance e Ingenuity y su eventual arribo a Marte, el ingeniero aeroespacial Fernando Mier Hicks tiene la mira puesta en la conducción de los complejos vehículos en el planeta vecino.

«Ahorita estoy pensando tal vez en convertirme en piloto del rover que ya está allá, del Curiosity. Tratar de estrenarme en ése antes, sacar mi licencia en ese rover y, con suerte, tal vez en un futuro empezar a manejar el nuevo, el Perseverance. Pero está en veremos», cuenta.

En tanto, continúa con sus labores como ingeniero en robótica del JPL, en proyectos de investigación y desarrollo con un gran potencial para detectar las primeras evidencias de vida extraterrestre.

«Por ejemplo, ahorita tenemos un proyecto que es un taladro que usa descargas de plasma para poder romper el hielo de algunas de las lunas de Júpiter o Saturno para poder llegar al océano que está abajo de esas gruesas capas de hielo.

«Es un sistema muy innovador que tal vez ayude a misiones futuras a poder penetrar estas capas de kilómetros de hielo tan frío de una manera más eficiente para poder mandar sondas al océano líquido y tal vez encontrar signos de vida», subraya el mexicano.

Y es que para Mier Hicks, quien desde los 12 años ya estaba interesado en la electrónica y en los robots, y varios años después realizó una estancia de investigación en robótica planetaria en la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, no existe duda alguna de la importancia de la búsqueda de vida más allá de nuestro planeta.

«Si eventualmente encontramos signos de vida en cualquier otro planeta, ya sean bacterias, fósiles o lo que sea, tú te puedes imaginar el cambio ético, el cambio de mentalidad que se puede venir a la Tierra», sostiene.

Para ofrecer una idea clara de esto hace un ejemplo con el que muchos pueden familiarizarse: cuando él era niño, creciendo en Aguascalientes, apoyaba al equipo de fútbol de su escuela cuando éste se enfrentaba a un plantel contrario. Pero esa rivalidad se dejaba de lado a la hora que jugaba el Necaxa, equipo oficial del estado.

Y, de igual forma, las diferentes aficiones del país se convierten en una sola cuando la Selección Nacional compite en la Copa Mundial o cualquier otro torneo internacional.

«Los países están peleando ahorita para ver quién es el mejor», opina, y las comparativas entre el manejo que han hecho de la pandemia, o la carrera por tener lista una vacuna antes que los demás, dan cuenta clara de ello.

«Imagínate que con estos signos de vida que encuentras en otro planeta, obviamente deduces que no estamos solos, que en otros sistemas solares, en otras galaxias, quizás haya vida; y esa vida tal vez no sea muy amigable. Entonces, la esperanza es que ahora el planeta Tierra, como uno, en lugar de ser países separados, sea todo un planeta. Que nos unamos, que seamos más como un equipo, una sola tribu, y haya más cooperación».

Ése, estima el ingeniero, es uno de los cambios fundamentales que este tipo de misiones, con sus inversiones multimillonarias, puede obtener.

«Obviamente, hasta ahorita no hemos encontrado nada, pero para eso seguimos mandando estas misiones», indica Mier Hicks, quien con su ejemplo muestra a las generaciones más jóvenes de mexicanos interesados en el espacio que también pueden seguir este camino.

«La ciudadanía mexicana no es ningún limitante. Es decir, a veces sólo creemos que los estadounidenses o los europeos tienen la capacidad para hacer estas cosas. Eso definitivamente no es verdad; hay gente inteligente y capaz en cualquier país», enfatiza.

Y si bien considera que en México aún hay muy poco desarrollo aeroespacial, ve con buenos ojos las oportunidades que se van abriendo, por ejemplo, con la creación de la Agencia Espacial Mexicana o los certámenes de satélites en miniatura de la clase CubeSat.

Iniciativas que pueden sembrar el interés en los jóvenes para iniciarse en una carrera de ingeniería, y después buscar en el extranjero un posgrado enfocado específicamente en la cuestión espacial, donde se desarrollan proyectos muy accesibles, señala Mier Hicks.

«Tal vez en algunos años, cuando haya un poco más interés, empecemos a ver carreras en el País que, en lugar de mecatrónica, ya sea ingeniería aeroespacial; que solamente se enfoquen en estos temas. Pero va a tener que haber una motivación, ya sea de negocios o que haya empleos en esta rama en México, para que nosotros podamos ver estas carreras», concluye.

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