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OPINIÓN

LGBTIfobia, la violencia que no hemos superado

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“Todos hablan de libertad, pero ven a alguien libre y se espantan”. – Hugo Finkelstein

En el argot mexicano gran parte de las ofensas hacen referencia a la homosexualidad. Términos como “puto”, “maricón”, “lencha”, son utilizados para agredir a alguien. En un país donde la connotación de las groserías supone que tener una preferencia sexual distinta a la heterosexualidad es un defecto o una desgracia, el machismo es aplaudido a través de adjetivos como “chingón”. En el lenguaje comienzan las primeras manifestaciones de odio y violencia.

Un día como hoy (17 de mayo), pero de 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad mental, abriendo los caminos para la integración social de dichas minorías; tres décadas después, la situación sigue siendo alarmante. Tan solo en el último sexenio, en nuestro país, en promedio se registraron 79 asesinatos por año hacia las personas de la comunidad LGBT+ por condición sexual o identidad de género, de acuerdo con cifras expuestas en un reportaje de Animal Político publicado en 2019. 

La discriminación persiste en ambientes laborales, dentro de instituciones educativas y en las esferas políticas, por mencionar algunos. El reto que enfrentan las personas con una preferencia sexual o identidad distinta a la heteronormada, es la aceptación y la adaptación a un mundo cuyas reglas son escritas y puestas para la clase dominante y donde no se contemplan las diferencias de las minorías.

Otro de los retos que enfrentan es el reconocimiento; pese a que la homosexualidad ya no se considera enfermedad, aun existen centros de “rehabilitación” donde las y los jóvenes homosexuales son sometidos a terapias de supuesta conversión, sometidos a torturas físicas y psicológicas, aislamientos, donde intentan ser despojados de su identidad. Sin embargo, muchas de esas prácticas siguen siendo normalizadas.

De ahí la importancia de contar con un sistema político que garantice los derechos de la comunidad LGBT+, comenzando por el reconocimiento de la diversidad y aceptación de las diferencias, para garantizar la protección y respeto a las minorías. 

Hoy en el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, rompemos el silencio por aquellas víctimas que no tuvieron los medios para exigir justicia y por aquellas personas que siguen viviendo en “el clóset”, como refugio ante la ola de violencia ejercida a quienes se ponen alguna de las etiquetas LGBT+. 

Lo que nos corresponde es seguir insistiendo por los derechos y la visibilidad de la comunidad, con miras a construir mejores condiciones de vida y desenvolvimiento social hacia las personas, sin que su condición sexual o de género sea determinante para su garantía. 

No bajemos los brazos en esta lucha que es continua, y que habremos de heredar a las siguientes generaciones. Nacimos para luchar, no les demos el gusto de nuestra resignación. 

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