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OPINIÓN

México también es racista, la pigmentocracia es una realidad

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El pasado 25 de mayo en Minneapolis (Minnesota) un oficial de policía -blanco- Dereck Chauvin asesinó a un ciudadano -afroamericano- (George Floyd), acto que desde entonces y hasta la fecha generó una indignación social derivada en decenas de protestas en contra del racismo sistemático en los Estados Unidos.

El mundo entero se ha pronunciado a favor de dicho movimiento -conocido como Black Lives Matter- exigiendo por medio de redes sociales y protestas, justicia para George Floyd así como discursos u opiniones contra las políticas separatistas o de criterio racial.

El caso de George Floyd abre el debate sobre las condiciones del racismo dentro de las cuales hay quienes afirman que en México el racismo no existe o es superfluo.

Lo que sí es verdad, es que en México el racismo está infravalorado, puesto que las categorías raciales no configuran identidades definidas. Para ello es importante señalar que la pigmentocracia es una realidad en el orden social, económico y , al parecer, político del racismo en México.

De acuerdo con Patricio Solís profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México y precursor del Proyecto sobre Discriminación Étnico-Racial en México. Explica que en el país la desigualdad social es innegable misma que se correlaciona con la condición étnico-racial.

La pigmentocracia presupone que el tono de piel y la organización social de acuerdo al color de la piel son los factores fundamentales de discriminación, si bien son características importantes, no son las principales, existen distintas aristas de la pigmentocracia como lo son la pertenencia a un grupo indígena, hablar una lengua indígena, los rasgos físicos o el ser originario de cierta región, barrio o vivienda del país, donde las expresiones de racismo y/o clasismo se han normalizado.

Con base al Módulo de Movilidad Social Intergeneracional (MMSI) del INEGI de 2016, encuestó en 32 mil hogares a personas de entre 25 y 64 años, donde los datos sólo vienen a reforzar que el color de piel y/u origen son un indicador fundamental en la desigualdad de estatus laboral, educativa (universitaria), movilidad, acceso a servicios públicos,  riqueza material, cargos públicos, entre otros.

El más claro ejemplo de este racismo, invisible e infravalorado, es que apenas hace un año (28 de junio de 2019) la Cámara de Diputados aprobó reformar el artículo segundo constitucional para el reconocimiento de los pueblos afrodescendientes.

La pigmentocracia es un término académico aún muy prematuro, sobre todo cuestionable, sin embargo su función será primordial para visibilizar y ser una herramienta de difusión contra el racismo en México, que tanto se ha negado.

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