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OPINIÓN

CARTA A LOS INDIGNADOS

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México, pionero y primer lugar de América Latina en feminicidios. Tierra de cientos de mujeres desaparecidas, violadas y tratadas; incontados casos de hostigamiento, acoso y violencia sexual en Universidades Públicas y centros de trabajo de todo el país, exagerados índices de violencia doméstica y una brecha salarial gigantesca entre lo que gana un hombre y lo que gana una mujer, ambos por el mismo esfuerzo. El estado se encarga de tomar todas estas variantes y ponerlas en una sola canasta: la de la impunidad. Y un Estado opaco y además cómplice, no merece dormir en paz. 

Las marchas incomodan a varios, pero, ¿Por qué incomodan? Antes que todo, haré referencia a una de las frases más rebuscadas y repetidas; “La Violencia, no se soluciona con más violencia” y a través de esta frase como introducción a su indignación, muchos -y muchas- Exclaman con decidida firmeza, que todo esto de las “pintas” y “destrozos” es “totalmente innecesario”, que hay formas más “civilizadas y respetuosas” de exigir los derechos. Pues bien, habrá que recordarles o hacerles saber que desde hace décadas y de manera muy civilizada -además de las miles de denuncias que caen diariamente a las agencias del MP- activistas y colectivos feministas han venido organizando foros de discusión, mesas redondas, marchas silenciosas y demás muestras de exigencia “respetuosas” que no molestarían ni a una mosca. ¿Qué han recibido a cambio? Tibias respuestas de los Congresos Locales y los Gobiernos Estatales, protocolos de prevención y actuación chafas, desactualizados. Lo peor: cada vez hay más muertas.

Entonces, después de todo esto, ¿Qué esperaban los amantes de la paz y la diplomacia? ¿Un picnic? ¿Un concierto de concientización con Ximena Sariñana, Paty Cantú y Panteón Rococó en el Zócalo? ¿Un por favor y gracias? Tú que derramas lágrimas cada vez que los vidrios tocan el suelo, ¿Dónde has estado para alzar tu voz cuando con trozos de cristal han cortado los cuellos de decenas de mujeres y han cercenado sus cuerpos para después ser tirados a la basura? Tú que te quejas vehementemente cuando la pintura en aerosol hace contacto con la pared, ¿Dónde has estado cuando han arrojado los restos de asesinadas a la carretera, envueltas en bolsas, en papel y con mensajes pintados sobre sus cuerpos con aerosol o plumones? ¿Dónde estabas tú para exclamar con esa seguridad con la que hoy lo haces? ¿Dónde estaba tu indignación, tu coraje?

Te reto. Te reto a ti, compañera, compañero que estás incómodo, intranquilo y molesto por la marcha del 25, que das me divierte, que lanzas adjetivos denostantes como “feminazis”, “animales” y que incluso posteas -dando muestra y cátedra de tu psicopatía- “Por eso las matan”,  que vayas y trates de entablar un diálogo con la madre de una desaparecida en Guerrero, que lleva 4 años buscando a su hija que hoy tendría 22, que va todos los días a la agencia del ministerio público para saber si hay alguna nueva de su expediente, que ya ha ido 7 veces a la morgue porque quizás han encontrado el cuerpo de su hija, que vive sus días en la más brutal soledad y amargura de no saber en dónde diablos está su hija, que vive el horror de dudar si su hija sigue con vida y si no, ¿Cómo murió?, si sufrió, si la torturaron, si la violaron, si le amputaron alguna de sus extremidades antes de asesinarla. Ve y dile que sea amable y paciente con las autoridades, que les recuerde sobre su caso pendiente y regrese a casa, serena, sin prisas, que aguarde sentada hasta que de alguna forma su problema sea resuelto.

Ve y habla con la joven de 17 años, acosada y tocada por quien hoy sigue cruzándose por su camino -a pesar de haberlo denunciado- dile que todo va a estar bien, que no tema. Explícale que salir a marchar para exigir justicia no es la solución, háblale sobre el diálogo y cómo ella podría hablar con su agresor para pedirle de favor que la deje de violentar.

Ve y explícales a los huérfanos de las madres que fueron víctimas de violencia doméstica y después fueron asesinadas a golpes, con tijeras punta roma, agujas para coser o cuchillos para cortar cebolla, que no importa si el asesino es castigado mientras preservemos nuestro patrimonio cultural y vialidades intactas.

Otra vez, en México, olvidamos juzgar a los que violan, a los que matan. Otra vez juzgamos a las víctimas y nos olvidamos de los culpables, otra vez nos equivocamos de enemigo, otra vez y en pleno marco del Día Internacional del Combate a la Violencia Contra las Mujeres.

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