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Lenin ArellanoMéxico, comienzos del siglo XX, el país se encuentra sumergido en revueltas y represión; Porfirio Díaz, perpetuado en el poder, ha asumido el nuevo cargo a Presidente de la República para el periodo 1910-1916. Años atrás, 1908, para ser exactos, dio una entrevista al reportero James Creelman, de la revista británica Pearson’s Magazine en donde le menciona su intención de, por fin, dejar el poder “He esperado pacientemente por que llegue el día en el que el pueblo de la República Mexicana esté preparado para escoger y cambiar a sus gobernantes en cada elección, sin peligro de revoluciones armadas, sin lesionar el crédito nacional y sin interferir con el progreso del país. Creo que, finalmente, el día ha llegado”
Estas palabras llenaron de confianza a distintos personajes que de inmediato se postularon para esa transición, entre ellos, por el Partido Nacional Antirreeleccionista, Francisco I. Madero. Quien para 1908 escribiría “La Sucesión Presidencial de 1910”. Madero se encargó de realizar una fuerte campaña política en todo el país, donde acusaba las injusticias del gobierno y la necesidad de un pueblo democrático; cerca de las elecciones presidenciales, después de dar un discurso den Monterrey, fue hecho prisionero bajo la acusación de incitar a la rebelión y enviado a una prisión en San Luis Potosí. Con Madero detenido, en junio de 1910, se llevaron a cabo las elecciones dando el triunfo a la dupla Díaz-Ramón Corral como presidente y vicepresidente, respectivamente.
Madero salió bajo fianza de la prisión y huyó hacia tierras norteamericanas donde, en la ciudad de San Antonio, Texas, promulgó el Plan de San Luis que invitaba al pueblo de México a levantarse en armas y desconocer al gobierno usurpador; la fecha, 20 de noviembre de 1910.
Numerosos levantamientos se dieron en el país; en el norte, Pascual Orozco y Francisco Villa que se unieron a la rebelión por invitación de Abraham González -el hombre fuerte del partido Antirreeleccionista de Chihuahua-, tomaron cada vez más fuerza; comandando al “Ejercito Libertador del Sur”, estaba Emiliano Zapata y sus ideales del reparto agrario quienes encontraron en el proyecto de Madero, una forma de mejorar las condiciones sociales que vivían en el sur del país. Escaramuzas esporádicas, pequeños combates en algunas ciudades, fue el reporte de aquel 20 de noviembre de 1910. Per algo ya estaba dicho: la revolución ha comenzado y no hay marcha atrás.
Entrado el año de 1911, Madero se muestra indeciso, no quiere derramar sangre en vano, derrotas y triunfos, nada constante, lo hacen dudar. Villa y Orozco quieren tomar ciudad Juárez, Madero no considera importante la ciudad fronteriza para las causas revolucionarias. En mayo de 1911, Villa y Orozco desentienden estas ordenes y atacan a los federales que se atrincheraron en la ciudad; el 10 de mayo, el ejército federal se rinde y Francisco I. Madero entra triunfante. Es una pequeña victoria con grandes resultados que le da el mensaje al gobierno de Díaz que ya todo estaba perdido, un gobierno con la costumbre enraizada de obtener resultados inmediatos de “pacificación” y sometimiento, entendió que la suerte estaba echada.
El 21 de mayo de 1911, se firmaron los tratados de Ciudad Juárez, en los cuales, el presidente Porfirio Díaz y el líder revolucionario, acordaban el cese al fuego y la dimisión de Díaz y Ramón Corral. La presidencia provisional, estaría a cargo del Secretario de Relaciones Exteriores, Francisco León de La Barra hasta que convocara a elecciones extraordinarias.
Por su parte, Díaz, siendo el mediodía del 31 de mayo de 1911, parte a su exilio a Francia para nunca volver a pisar territorio nacional; se lleva tras de sí un crecimiento económico sin precedentes, la industrialización y avances tecnológicos basados en la explotación, represión y el argumento maquiavélico-napoleónico de “El fin justifica los medios”.
En octubre de 1911, se llevaron a cabo las elecciones presidenciales donde salió victorioso Madero Y José María Pino Suarez como vicepresidente de la República. “El apóstol de la democracia” como lo llamaron, alcanzó la presidencia y asumió el cargo el 6 de noviembre de 1911 para concluir el periodo 1910-1916 que dejó inconcluso Porfirio Díaz. Se había alcanzado el objetivo, se había derrocado al líder de la dictadura, sin embrago, las bases del ejército y del gobierno seguirían cimentadas en los antiguos conocidos del presidente derrocado.
Injurias, complots, descontentos, hicieron que, lejos de resolver la problemática nacional, se desatara una interminable disputa de ideales poder y ajuste de cuentas. Es innegable la esencia legítima del movimiento revolucionario, es innegable el descontento social, democrático y de sed de justicia; la revolución maderista traía cargando a sus espaldas el sueño de miles de personas que perdieron a alguno de los suyos en los trabajos forzados impuestos por el gobierno en nombre del desarrollo. Veían en Madero y en los valientes combatientes, una salida a la pobreza, el abuso y el temor.
La Revolución Mexicana no terminó ahí, el movimiento armado se prolongó durante años más, siendo el descontento social la principal premisa del México independiente posporfirista.